Los trompos han formado parte de la vida e historia de muchas personas, para los que son e la nueva generación posiblemente no tuviste la oportunidad de jugarlos o te tocaron los de plástico con tapa desplegable. ¡Pero aun no es tarde para conocer lo bueno!
Los trompos han pasado por generaciones y hoy en el anecdotario voy a platicarles una historia que viví con estos juguetitos.
Cuando era muy chico y me compre mi primer trompo, esté fue de cera. Mi padre me había dado el dinero para adquirirlo y lo conseguí con un señor que andaba vendiendolos en la escuela. Obviamente él me enseño a hacerlo girar o como coloquialmente se le conoce como hacerlos bailar.
Al principio me costó horas aprender a girarlo, lo enrede de todas las maneras posibles y no giraba y por primera vez creo que conocí lo que era la frustración. Recuerdo que una vez desesperado amarre un nudo en la cabeza de este lindo juguete para que no se soltara así que lo lance tan fuerte que se regresó hacia mí y lo vi venir justo hacia mi cara pues el nudo que le había hecho se apretó con el mismo impulso.
El sitio donde estaba era uno que había quedado con un piso debido a que quitaron un salón de madera por motivo de la construcción de un aula de material, por lo que usamos ese piso de concreto como sitio oficial para bailar los trompos y estaba justo al lado de mi salón de clases y fue en ese lugar donde casi me saco el ojo con el trompo.
Al sentir el golpe fuete en la frente que afortunadamente había sido con la cabeza del trompo y no la punta lo único que hice fue mirar hacia abajo y expresar la frase ¡Auchh! Para poner incomoda la situación justo iba pasando la niña que me gustaba un montón y corrió a ver qué me había pasado y experimente lo que es quedarse mudo frente a una chica que te gusta. ¡Era un crío! ¿Qué querían que hiciera? No sabía nada del amor y esas cosas del diablo.
Para aumentar más la tensión ella se rió y me dijo “Así no se baila, mira deja te enseño” y la vi como hizo girar el trompo y me enamore más de ella jajaj.
Luego comenzaron a jugarse los famosos “Cancos” con la nueva generación de trompos de plástico y que consistía primero en hacer bailar todos los trompos al mismo tiempo en un círculo dibujado en el piso, aquellos que se detuvieran primero, se tenía que poner en el círculo y el último que quedaba en pie sería el primero en tirar.
El truco era que tenías que hacer bailar el trompo pero con impulso y la finalidad era pegarle uno de los que estaban en el círculo con la punta del mismo para romperlo. Si fallabas te ponías.
Cuando me toco mi turno ¿Qué creen que paso? ¡Siiii! Le estrelle el trompo en la cara a un niño y se le pique con la punta el cachete, por suerte este se aguantó el dolor y solo se puso en el rincón a llorar. Rápidamente le pusimos un suéter en la cara para que la sangre no le cayera a la playera de la escuela y corrimos al baño por agua y a la cafetería por un curita y la cortamos lo más pequeña para no llamar la atención y le pusimos Resistol del no toxico en el hueco para detener el sangrado ¡Fue un show! y así solucionamos el problema.
Cuando acabo el receso la maestra pregunto qué era lo que había pasado en la cara de nuestro compañero y no rajo y le dijo que se había caído pero solo era una raspadita.
Al día siguiente llego con una gasa en la cara y nos contó que les había dicho a sus papás que iba jugando rumbo a su casa y se pegó.
Por suerte no fue en un ojo o algo más grave y que nadie se rajó sino me hubieran expulsado de la escuela y santas nalgadas que mi madre me hubiese dado. Desde ese entonces deje de jugar trompos.
Los trompos han pasado por generaciones y hoy en el anecdotario voy a platicarles una historia que viví con estos juguetitos.
Cuando era muy chico y me compre mi primer trompo, esté fue de cera. Mi padre me había dado el dinero para adquirirlo y lo conseguí con un señor que andaba vendiendolos en la escuela. Obviamente él me enseño a hacerlo girar o como coloquialmente se le conoce como hacerlos bailar.
Al principio me costó horas aprender a girarlo, lo enrede de todas las maneras posibles y no giraba y por primera vez creo que conocí lo que era la frustración. Recuerdo que una vez desesperado amarre un nudo en la cabeza de este lindo juguete para que no se soltara así que lo lance tan fuerte que se regresó hacia mí y lo vi venir justo hacia mi cara pues el nudo que le había hecho se apretó con el mismo impulso.
El sitio donde estaba era uno que había quedado con un piso debido a que quitaron un salón de madera por motivo de la construcción de un aula de material, por lo que usamos ese piso de concreto como sitio oficial para bailar los trompos y estaba justo al lado de mi salón de clases y fue en ese lugar donde casi me saco el ojo con el trompo.
Al sentir el golpe fuete en la frente que afortunadamente había sido con la cabeza del trompo y no la punta lo único que hice fue mirar hacia abajo y expresar la frase ¡Auchh! Para poner incomoda la situación justo iba pasando la niña que me gustaba un montón y corrió a ver qué me había pasado y experimente lo que es quedarse mudo frente a una chica que te gusta. ¡Era un crío! ¿Qué querían que hiciera? No sabía nada del amor y esas cosas del diablo.
Para aumentar más la tensión ella se rió y me dijo “Así no se baila, mira deja te enseño” y la vi como hizo girar el trompo y me enamore más de ella jajaj.
Luego comenzaron a jugarse los famosos “Cancos” con la nueva generación de trompos de plástico y que consistía primero en hacer bailar todos los trompos al mismo tiempo en un círculo dibujado en el piso, aquellos que se detuvieran primero, se tenía que poner en el círculo y el último que quedaba en pie sería el primero en tirar.
El truco era que tenías que hacer bailar el trompo pero con impulso y la finalidad era pegarle uno de los que estaban en el círculo con la punta del mismo para romperlo. Si fallabas te ponías.
Cuando me toco mi turno ¿Qué creen que paso? ¡Siiii! Le estrelle el trompo en la cara a un niño y se le pique con la punta el cachete, por suerte este se aguantó el dolor y solo se puso en el rincón a llorar. Rápidamente le pusimos un suéter en la cara para que la sangre no le cayera a la playera de la escuela y corrimos al baño por agua y a la cafetería por un curita y la cortamos lo más pequeña para no llamar la atención y le pusimos Resistol del no toxico en el hueco para detener el sangrado ¡Fue un show! y así solucionamos el problema.
Cuando acabo el receso la maestra pregunto qué era lo que había pasado en la cara de nuestro compañero y no rajo y le dijo que se había caído pero solo era una raspadita.
Al día siguiente llego con una gasa en la cara y nos contó que les había dicho a sus papás que iba jugando rumbo a su casa y se pegó.
Por suerte no fue en un ojo o algo más grave y que nadie se rajó sino me hubieran expulsado de la escuela y santas nalgadas que mi madre me hubiese dado. Desde ese entonces deje de jugar trompos.